viernes, 15 de junio de 2012

Una Maravilla

"Nunca nada sucede dos veces de la misma manera, mi dulce pequeña" Clive Staples Lewis.

    En mi opinión, perder la capacidad de maravillarse, es garantía de infelicidad.
    Sucede que es una implicación simple, por lo cual la doble negación no siempre me resultó cierta. Pero de eso no me asombro, ese tipo de leyes universales me resultan lógicas de un mundo fotocopiado.
    Las cosas que cortan el aliento son muchas, tantas como alientos retenidos hayan existido en la historia de los hombres. El mar, el fuego, el silencio, el desenlace de un libro, un cuadro, una poesía, una canción, un sueño... O una persona. Su imagen, alguna acción, o lo que significa en particular.
    La maravilla anonada y sorprende, porque si se quiere estar plenamente seguro de no maravillarse bajo ningún punto de vista, lo mejor es crearse espectativas de ello.
    No falta quien cree que maravillarse es cosa de niños, probablemente con mucha razón, pero si me lo preguntan a mí; las cosas "de niños" son mayoría entre las que nos hacen felices. Uno no crece y madura para dejar de jugar o de portarse como se le canta, no señor; uno crece y madura para jugar y hacer lo que se le canta sin que nadie lo regañe ni lo limite.
    ¿Alguien habrá pensado a conciencia el extraordinario equilibrio que debe existir para mantener con vida a un ser humano? El papafrita de Paulo Cohelo diría que "el universo conspira" para ello. Yo no.
¿Es el universo entero que se configura para sostener una vida? ¿O una vida la que sostiene el universo entero? ¿Ambas?
    Eso es maravilla.
    Sondar lo insondable, abarcar lo inabarcable, creer lo increíble. En realidad debería agregar un "intentar" antes de cada formulación de la oración anterior.
    Aunque suene contradictorio, no lo es; maravillarse es en parte una cuestión voluntaria. Me gusta pensar que lo antedicho deriva de la estrecha relación entre maravilla y felicidad. Ser feliz es mayoritariamente voluntario, maravillarse también.
    ¿Cómo se hace? Si lo supiera...
    Me parece que como con muchas otras cosas, intentar es lograr y viceversa. Sabiendo que la plenitud no existe, la buscamos, porque es la única manera de acercarse a ella. Sabiendo que la perfección no existe, la buscamos; porque sabemos que es la única manera de mejorar.
    Y así vamos trotando por este el parque. Podemos hacerlo con la vista clavada en el camino, los oidos embargados por el sonido de nuestras pisadas, y sintiendo el olor de nuestra asquerosa pero familiar transpiración. O podemos ir mirando el paisaje, escuchando buena música y sintiendo el aroma de los árboles, sospechando que quizá sea ese el lenguaje que usen para comunicarse entre ellos.
    Deseo fuertemente, y con todo el corazón, nunca perder mi capacidad de maravillarme. Y le deseo lo mismo a todos también. Quizá de esa manera, desentrañe la justificación de una afirmación que me ha sabido quitar el sueño:
    "Nunca nada sucede dos veces de la misma manera".

miércoles, 13 de junio de 2012

Mors Domus Vitae

    Siempre me pregunté qué sentiría al morir. Si es que había algo por sentir. 
    La certeza de mi viaje inminente llegó como una madre en medio de la noche, que arropa a su hijo para que descanse mejor.
    Uno, cuando se acerca al final, va descubriendo las respuestas casi imperceptiblemente, de la misma manera que descubre cómo hablar cuando pequeño. En un momento simplemente se sabe, como si la solución hubiera estado ahí, sin hacer siquiera el esfuerzo por esconderse.
    Me encanta preguntar.
    Es mi hobby, mi principal fuente de problemas y satisfacciones, un hambre insaciable que nació, creció y morirá conmigo.
    Sólo a título informativo, mi pregunta favorita es: ¿Por qué?
    La dulce sensación de la respuesta, la punzante sensación de la respuesta, la reveladora sensación de la respuesta, la oscura sensación de la respuesta... Los infinitos sabores son atrayentes, y en ese turbulento caudal de cuestiones y réplicas, me deslizo gozoso.
    Todo cambia cuando se recubre de final.
    La décima cereza es rica, pero la última (que puede ser la misma) es más compleja para describir. Porque tiene el gusto de todas las anteriores juntas y el de la nada que la sucederá, perfectamente homogeneizados y aún así perfectamente miscibles.
    Eso era lo que tenía de especial mi pregunta. Con la respuesta llegaría el final.
    ¿Qué se siente al morir?
    Y la respuesta es sencillísima.
    Se siente.
    Y eso es todo.
    Describir la sensación de morir sería como caracterizar un color primario, como definir la nada.
    Puedo contarles si quieren algunas cosas que se le parecen en una ínfima medida.
    Paz, pero no la segunda marca que se consigue en el mundo, la de primera línea, importada del continente celestial. Pequeñez y plenitud, en una inmejorable melange de ambas, con notas de la embriagadora vivencia del éxito.
    También puedo contarles lo último que vi. Resulta curioso que lo del túnel con la luz al final sea una verdad irrevocable.
    Me sentía elevarme, moverme, con una fuerza extraordinaria e infinita; de la que yo era parte pero no su totalidad.
    Y vi al gigante hermoso, dueño de la luz blanca, que habitaba en el finalizar del túnel.
    Mi conciencia se llenó de la idea completa de mí mismo y del conocimiento plural de todas y cada una de las almas existentes y por existir. 
    Y justo cuando todo eso se escapaba, mientras mis pensamientos se desgarraban y desaparecían, alcancé a escuchar con mi último hilo de existencia en este mundo:
    - La felicito señora, es un varón hermoso.