"Nunca nada sucede dos veces de la misma manera, mi dulce pequeña" Clive Staples Lewis.
En mi opinión, perder la capacidad de maravillarse, es garantía de infelicidad.
Sucede que es una implicación simple, por lo cual la doble negación no siempre me resultó cierta. Pero de eso no me asombro, ese tipo de leyes universales me resultan lógicas de un mundo fotocopiado.
Las cosas que cortan el aliento son muchas, tantas como alientos retenidos hayan existido en la historia de los hombres. El mar, el fuego, el silencio, el desenlace de un libro, un cuadro, una poesía, una canción, un sueño... O una persona. Su imagen, alguna acción, o lo que significa en particular.
La maravilla anonada y sorprende, porque si se quiere estar plenamente seguro de no maravillarse bajo ningún punto de vista, lo mejor es crearse espectativas de ello.
No falta quien cree que maravillarse es cosa de niños, probablemente con mucha razón, pero si me lo preguntan a mí; las cosas "de niños" son mayoría entre las que nos hacen felices. Uno no crece y madura para dejar de jugar o de portarse como se le canta, no señor; uno crece y madura para jugar y hacer lo que se le canta sin que nadie lo regañe ni lo limite.
¿Alguien habrá pensado a conciencia el extraordinario equilibrio que debe existir para mantener con vida a un ser humano? El papafrita de Paulo Cohelo diría que "el universo conspira" para ello. Yo no.
¿Es el universo entero que se configura para sostener una vida? ¿O una vida la que sostiene el universo entero? ¿Ambas?
Eso es maravilla.
Sondar lo insondable, abarcar lo inabarcable, creer lo increíble. En realidad debería agregar un "intentar" antes de cada formulación de la oración anterior.
Aunque suene contradictorio, no lo es; maravillarse es en parte una cuestión voluntaria. Me gusta pensar que lo antedicho deriva de la estrecha relación entre maravilla y felicidad. Ser feliz es mayoritariamente voluntario, maravillarse también.
¿Cómo se hace? Si lo supiera...
Me parece que como con muchas otras cosas, intentar es lograr y viceversa. Sabiendo que la plenitud no existe, la buscamos, porque es la única manera de acercarse a ella. Sabiendo que la perfección no existe, la buscamos; porque sabemos que es la única manera de mejorar.
Y así vamos trotando por este el parque. Podemos hacerlo con la vista clavada en el camino, los oidos embargados por el sonido de nuestras pisadas, y sintiendo el olor de nuestra asquerosa pero familiar transpiración. O podemos ir mirando el paisaje, escuchando buena música y sintiendo el aroma de los árboles, sospechando que quizá sea ese el lenguaje que usen para comunicarse entre ellos.
Deseo fuertemente, y con todo el corazón, nunca perder mi capacidad de maravillarme. Y le deseo lo mismo a todos también. Quizá de esa manera, desentrañe la justificación de una afirmación que me ha sabido quitar el sueño:
"Nunca nada sucede dos veces de la misma manera".
No falta quien cree que maravillarse es cosa de niños, probablemente con mucha razón, pero si me lo preguntan a mí; las cosas "de niños" son mayoría entre las que nos hacen felices. Uno no crece y madura para dejar de jugar o de portarse como se le canta, no señor; uno crece y madura para jugar y hacer lo que se le canta sin que nadie lo regañe ni lo limite.
¿Alguien habrá pensado a conciencia el extraordinario equilibrio que debe existir para mantener con vida a un ser humano? El papafrita de Paulo Cohelo diría que "el universo conspira" para ello. Yo no.
¿Es el universo entero que se configura para sostener una vida? ¿O una vida la que sostiene el universo entero? ¿Ambas?
Eso es maravilla.
Sondar lo insondable, abarcar lo inabarcable, creer lo increíble. En realidad debería agregar un "intentar" antes de cada formulación de la oración anterior.
Aunque suene contradictorio, no lo es; maravillarse es en parte una cuestión voluntaria. Me gusta pensar que lo antedicho deriva de la estrecha relación entre maravilla y felicidad. Ser feliz es mayoritariamente voluntario, maravillarse también.
¿Cómo se hace? Si lo supiera...
Me parece que como con muchas otras cosas, intentar es lograr y viceversa. Sabiendo que la plenitud no existe, la buscamos, porque es la única manera de acercarse a ella. Sabiendo que la perfección no existe, la buscamos; porque sabemos que es la única manera de mejorar.
Y así vamos trotando por este el parque. Podemos hacerlo con la vista clavada en el camino, los oidos embargados por el sonido de nuestras pisadas, y sintiendo el olor de nuestra asquerosa pero familiar transpiración. O podemos ir mirando el paisaje, escuchando buena música y sintiendo el aroma de los árboles, sospechando que quizá sea ese el lenguaje que usen para comunicarse entre ellos.
Deseo fuertemente, y con todo el corazón, nunca perder mi capacidad de maravillarme. Y le deseo lo mismo a todos también. Quizá de esa manera, desentrañe la justificación de una afirmación que me ha sabido quitar el sueño:
"Nunca nada sucede dos veces de la misma manera".